Rugido

Joaquín cruzaba el puente colgante, acompañando el paso lento de Rugido, cuando una de las maderas crujió bajo el peso del animal. Tensó la soga, intentando detenerlo, al tiempo que el león trastabillaba y las maderas se quebraban. No logró ver la caída. Fue todo tan rápido que se descubrió aferrado a la baranda del puente, mientras el agua lo salpicaba luego de tragarse a Rugido. Parpadeó un par de veces, aún conmocionado, y notó como el silencio se cernía a su alrededor. Su vista estaba fija en el agua, pero Rugido no había salido a flote, y el río seguía su curso normal, llevando unos trozos de madera como único rastro de lo ocurrido.
Retrocedió lentamente hasta bajar del puente y llegar a la orilla. Sabía que el río era muy profundo en esa zona, y que el impacto con una roca podría haber sido mortal. Lo raro era que el cuerpo no apareciera. Deseó estar en medio de una pesadilla, y maldijo el momento en que decidió hacerle caso a un extraño sueño en el que Frida le hablaba.
Frida había sido la leona principal del circo durante muchos años. Gracias a ella Joaquín se convirtió en una estrella: el mejor domador de leones de la región. Aún recordaba la mañana en que nacieron sus cachorros, era un invierno demasiado crudo y el circo no pasaba un buen momento. Logró que sobreviviera un único cachorro: Rugido, y ahora era responsable de su desaparición o, peor aún, de su muerte.
Los últimos meses Rugido había empezado a perder el pelo, y la medicina recetada por el veterinario no parecía hacer efecto. Días atras Joaquín se había dormido pidiendo alguna señal. Esa fue la noche en que soñó con Frida, muerta dos años atrás. La leona le decía que Rugido dejaría de perder el pelo si lo llevaba a pasear la noche después de luna llena. Al despertar miró el calendario y vió que faltaba menos de una semana para el día indicado, y que no coincidía con día de función. Por lo que decidió no comentar con nadie el mensaje recibido.
Caminó un trecho río abajo, sin saber qué hacer. Jamás había sacado a Rugido del perímetro del circo, y no podía volver solo... Sin pensarlo, retornó al puente, caminó con paso firme, evitando tomarse de la baranda y con los ojos cerrados. El agua helada lo recibió con un fuerte impacto.
A la mañana siguiente, en el circo, Joaquin despertó con un ataque de tos y tiritando. Desconocía como había llegado a su cama, si hubiera sido una pesadilla no tendría la ropa aún húmeda. Se cambió deprisa y salió muerto de miedo, ¿cómo explicaría la desaparición de Rugido? No tenía coartada preparada. A su alrededor el movimiento era normal. No podía ser que nadie hubiera notado la falta de un león... Al acercarse a la jaula escuchó unos pasos, era Rugido: sano y salvo en su jaula. Esa tarde pidió permiso para dar un paseo y fue hasta el río, había unos hombres reparando el puente.
Nunca supo qué ocurrió realmente aquella noche, ni volvió a soñar con Frida, lo único cierto fue que Rugido no volvió a perder el pelo.

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