El habitante de la casa en el árbol

Los hombres del pueblo lo consideraban loco. Era solitario y tenía un negocio de casitas y comederos para pájaros. Contaba que de niño soñaba con casas en los árboles y no dejaba de dibujarlas. Un día sintió un fuerte llamado, como el canto de una sirena, que lo llevó a seguir a una bandada de aves. De ese modo fue guiado hacia aquel árbol, sobre el que años más tarde construiría su casa y de cuyas ramas colgaban las casitas de sus amigos alados.

Encuentro prohibido

Tras las sábanas blancas, tendidas al sol, José le hizo señas. Elsa dio un rodeo por el jardín de sus abuelos, evitando ser observada por su familia. 
Cuarenta años después, y sin haberse vuelto a ver, el aroma a ropa recién lavada aún les recuerda aquel primer beso.