Caminando

"No te preocupes, voy caminando", le dijo a su tía al avisarle que iría a visitarla. Por primera vez en cuatro años no era mentira, ya que su moto estaba rota. Casi todas las semanas la llamaba, se quedaba chateando un rato con sus amigos, y luego iba en moto. Esta vez se aseguró de salir con tiempo. A las pocas cuadras comenzó a disfrutar de la caminata: un pie en una baldoza, el otro más adelante, sin pisar las juntas, y pronto volvió a sentirse un niño jugando en esas veredas.

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