El habitante de la casa en el árbol

Los hombres del pueblo lo consideraban loco. Era solitario y tenía un negocio de casitas y comederos para pájaros. Contaba que de niño soñaba con casas en los árboles y no dejaba de dibujarlas. Un día sintió un fuerte llamado, como el canto de una sirena, que lo llevó a seguir a una bandada de aves. De ese modo fue guiado hacia aquel árbol, sobre el que años más tarde construiría su casa y de cuyas ramas colgaban las casitas de sus amigos alados.

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